Recuerdo mi infancia, como una época en la que las preguntas sencillas a menudo encontraban respuestas vagas. “No, porque no”, “hay que hacerlo así porque lo digo yo” era un clásico escuchar, en alguien como yo, que ¡para todo tenía una pregunta! Esa sensación de no obtener respuestas claras me llevó a observar el mundo y las relaciones humanas. Hoy, en una era dominada por la tecnología, la búsqueda de validación y la construcción de nuestra identidad, se volvió un tanto más complejo.
Las redes sociales, con sus filtros y ediciones perfectas, nos presentan una imagen distorsionada de la realidad. ¿Es distorsión? ¿es la nueva realidad que percibimos y creemos? ¿Hasta qué punto estas plataformas moldean nuestra percepción de la belleza y el éxito? La facilidad con la que podemos conectar con personas de todo el mundo también intensificó la comparación social, haciéndonos sentir constantemente “que nunca voy a llegar” (¿a dónde voy?). ¿Por qué sentimos la necesidad de compararnos con los demás? ¿Podemos romper este ciclo y aprender a valorarnos a nosotras mismas? ¿Alguna vez te preguntaste que significa ser bella para vos?
Crecí en una época donde la educación emocional era prácticamente inexistente. En casa, y entendiendo hoy como adulta que no sabían cómo, aprendí a reprimir emociones como la ira, la frustración y la tristeza, en lugar de permitírmelas y sentirme acompañada para gestionarlas de forma saludable. Insisto, ahora como adulta lo puedo pensar de esta forma. Creo que la carencia de conversaciones emocionales nos dejó vulnerables a las presiones sociales, a los estándares de belleza impuestos por los medios, y en muchos casos, sin tener una práctica habitual reflexiva. ¿Puedo parar en algún momento del día, sin importar la edad, a pensar qué pienso de mi cuerpo?
Estudios revelan que el 70% de las mujeres se sienten insatisfechas con su apariencia física. Estadística alarmante que nos obliga a preguntarnos: ¿Qué factores contribuyen a esta insatisfacción generalizada? Las invito a explorar cómo la cultura, la tecnología y las expectativas sociales moldean nuestra percepción de la belleza y cómo podemos empezar a mirar estos estándares irrealistas para construir una relación más saludable con nuestros cuerpos.
¿En qué se convirtió el “me gusta” en redes? Hoy parece una moneda social, un canje para buscar la aprobación de los demás; cuántos más “me gusta” obtenemos, más validación sentimos y mas reforzamos nuestra autoestima. Y si sólo recibimos ¿1 “me gusta? ¿qué sentimos? ¿qué pensamientos inundan nuestro cuerpo? ¿Esa creación idealizada de la identidad puede llevar a una disociación entre nuestra vida en línea y nuestra realidad? ¿qué valor le damos a ese único ¿me gusta? ¿Te animás a darte unos “me gusta” a diferentes partes de cuerpo?
Ver vidas aparentemente “perfectas” de amigos, conocidos o inclusive personas altamente expuestas, puede generarnos sensaciones de frustración, insatisfacción constante y hasta envidia de sentir que algo me falta. ¿Tendrá que ver con la necesidad de pertenecer? ¿pertenecer a qué? Quizás estamos perdiendo la autenticidad con tal de encajar en un grupo que nada tiene que ver con nuestra historia, no lo sé… ¿Será el miedo al rechazo? Si bien es un sentimiento universal, las redes sociales lo amplifican. La posibilidad de que nuestros mensajes o publicaciones no sean bien recibidos puede generar ansiedad y afectar nuestra autoestima.
Más allá de los desafíos que plantea la era digital, tenemos el poder de elegir cómo queremos vivir nuestras vidas, cultivando conexiones auténticas, celebrando nuestras diferencias y encontrando la belleza en lo perfectas que somos en la imperfección. Podemos construir un mundo más amable y compasivo para nosotras mismas, es sólo cuestión de estar más conscientes de nuestro hacer y sentir.
¿Crees que, en medio de este mundo digital, recuperar el valor de las conexiones auténticas y los pequeños placeres de la vida, como compartir un café o un buen vino con quienes queremos, puede ser el primer paso para construir una autoestima más sólida y una percepción más saludable de nosotras mismas?
¿Qué esperás para organizar una juntada con amigas? ¿Una cena romántica? O ¿prepararte unos pochoclos para disfrutar de tu propia compañía viendo una película romántica y llorar de emoción?
¡Te abrazo!
Ine