La belleza es un concepto subjetivo y cambiante, que va mucho más allá de las medidas y los números. Tuve la posibilidad de viajar al glaciar Perito Moreno y quedé extasiada ante la inmensidad y la diversidad de la naturaleza, donde cada elemento estaba ubicado donde tenía que estar, siendo únicos y tanto el tamaño, la forma y los colores combinaban en armonía con la intervención del sol, el aire, las lluvias y nevadas. Al escuchar a la guía turística que solamente se ven 50 metros de una pared de hielo y que su profundidad promedio es de 150 metros, me llevó a preguntarme, ¿qué es lo que no se ve? ¿qué tan diferentes somos a los glaciares?
Así como el glaciar esconde bajo su superficie una complejidad y una historia milenaria, también nosotras llevamos dentro nuestro un mundo interior rico y diverso, que no siempre es visible a simple vista. Nuestra belleza va más allá de lo que se ve en una primera mirada. Las medidas, la edad y los estereotipos que creamos por ser parte de una sociedad son como la punta del iceberg, una pequeña parte de lo que somos en realidad. Hoy, te propongo que me acompañes a explorar cómo la belleza se construye desde adentro hacia afuera y cómo podemos resignificar algunos de nuestros pensamientos para celebrar nuestra singularidad. ¿Tarea fácil? No lo sé, pero sí puedo asegurarte que es un viaje plagado de aventuras, de las más tormentosas a las más calmas. Y ¿si tomamos las riendas de nuestra propia narrativa y definimos la belleza en nuestros propios términos?
Comencemos con la belleza como concepto amplio que puede referirse a lo estético, a lo bueno, a lo valioso o a lo agradable. Es percibida a través de los sentidos, como la belleza de los icebergs que pude conocer, una obra de arte o de una persona. Y ¿si pensamos en lo que no se ve? Puede ser la belleza de un alma o de un simple gesto. ¿cuánta belleza tengo en mi interior? ¿puedo reconocerme y valorar lo que tengo? ¿lo que pienso? ¿soy hoy, esa emoción de gratitud que me conecta con lo bueno de la vida y nos ayuda a apreciar las pequeñas cosas?
En ocasiones, en mis momentos conscientes, cuando me detengo a observar todo aquello que me rodea, sea naturaleza, mis relaciones, mis logros, mis imperfecciones sin juzgarlas, es ese instante donde puedo sentir que cultivo gratitud. ¿Puedo decir que la belleza es gratitud? No, pero si puedo decir que la gratitud es una emoción que nos ayuda a percibir y apreciar esa belleza. Creo que son dos palabras que se abrazan y se potencian.
Y ¿cómo resignificamos nuestros pensamientos? Hay una pregunta que me hicieron hace muchos años que más de una vez necesito recordarla… ¿qué historia te estás contando? Pregunta que me obliga a parar. Buscar un lugar tranquilo para repasar las palabras que están en mi interior, muchas veces sin salir. Repasar las oraciones que me repito para entender porqué a veces me hago daño. Buscar fundamentos que avalen esa historia y escribirlo para poder ordenar esa maraña de letras… ¿No será que a veces, la belleza de nuestra historia radica en el propio proceso de descifrarla, en la paciencia que invertimos en comprender la complejidad de nuestro ser?
A veces, esas letras están tan desordenadas que necesitamos más calma o paciencia de la habitual para comprender la historia interior que me armé. Así como la belleza de un glaciar reside en su inmensidad y en la complejidad de sus formaciones, nuestra belleza interior radica en nuestra singularidad y en la riqueza de nuestras experiencias. La belleza, al igual que la naturaleza, no se somete a estándares.
¡Abrazo!